La pintura, esto es, la representación de imágenes sobre una superficie, durante el periodo gótico, se practicaba en cuatro técnicas principales: pintura mural, vidrieras, pintura sobre tabla y miniaturas:
Frente a lo que ocurre en Italia, en el norte de Europa, las vidrieras fueron el soporte preferido hasta el siglo XV, dada la progresiva sustitución del muro por grandes ventanales con vitrales
El muro translúcido fue el primer espacio propio o ámbito donde se desarrollaron las artes del dibujo y del color en el Gótico.
Los manuscritos iluminados representaron la más completa documentación de la pintura gótica, En la pintura de los códices (o miniaturas) se buscaba la realidad y delicadeza en las figuras. Se llamaban miniaturas porque se realizaban con minio, u óxido de hierro, mezclado con colorantes naturales.
En el periodo románico y en el primer gótico los temas tenían carácter sacro, su composición estaba influida por criterios similares a los que regían para los los vitrales de las catedrales e iglesias del propio periodo.
En el siglo XIV, se introdujeron temas profanos y el arte de las miniaturas se trasladó a los talleres artesanos.
Los manuscritos ilustrados tuvieron una amplia difusión internacional, a través de las cortes de la nobleza europea.
La pintura propiamente dicha donde subsistió fue en los retablos, las tablas pintadas que forman los frontales o los laterales de los altares y en los muros de las capillas laterales. Puede diferenciarse, además, entre los retablos, que son tablas pintadas o esculpidas que ornamentan los altares de las iglesias, y las tablas de devoción, individuales, de menor tamaño, que adornan las iglesias y las casas particulares.
La pintura sobre tabla, generalmente retablos, se impuso por toda Europa. En el siglo XV era ya la forma pictórica predominante, suplantando incluso a las vidrieras. De tablas o frontales únicos se pasó a dípticos, tríptico, y luego complicados polípticos que combinaban numerosas piezas hasta llegar a los grandes retablos del siglo XIV, con muchas tablas que se organizan con el banco o predela (cuerpo inferior) y calles verticales, separadas por estrechas entrecalles; en la calle central se representaba el tema principal del retablo.
Se ejecutaba al temple, que usaba como aglutinante el huevo o la cola obtenida de los huesos de animales. Es novedad de la última fase del gótico el cambiar ese aglutinante por aceite, dando así lugar a la pintura al óleo. El óleo sobre lienzo no se hizo popular hasta los siglos XV y XVI y fue el punto de partida del arte renacentista.
FASES DE LA PINTURA GOTICA.
El estilo gótico lineal se desarrolla entre el siglo XIII y el XIV. Destaca la importancia que le da a las líneas del dibujo. Predomina un cromatismo vivo frente a los matices de color. Los temas, naturalistas, se tratan con sencillez
Es característico de las miniaturas de esta época el empleo de encuadramientos arquitectónicos, así como el uso abundante de oro y las orlas vegetales.
Estilo gótico-italiano.
Se fue formando a lo largo del siglo XIII (Ducento) en Italia.
Es un estilo más realista. Se sentía fascinación por la perspectiva, y por la ilusión de crear espacios que parecieran reales, con figuras menos rígidas y estilizadas, más anatómicamente correctas y que presentaran estados de ánimo en sus gestos y actitudes, mostrando gran interes por la narrativa pictórica y una gran espiritualidad.
Destacan dos escuelas:
- Escuela Florentina:
- Escuela Sienesa
Estilo internacional:
Los pintores siguen una técnica minuciosa, representando con gran detalle las anécdotas, buscando reflejar la realidad con gran naturalismo, pero sin olvidar el sentido simbólico de lo que se representa. Las figuras se estilizan, y abundan los plegados en los ropajes. Ahora, los temas, aunque religiosos, se interpretan como profanos, los santos se transforman en apuestos caballeros y distinguidas damas, que se desenvuelven en ambientes palaciegos.
Estilo flamenco:
Surge en Flandes durante el primer tercio del siglo XV, al mismo tiempo en que en Italia se encuentran ya en el Renacimiento.
Este estilo se difunde por el resto de Europa, salvo Italia, durante el resto del siglo y se caracteriza por la suntuosidad y el realismo.
Su principal innovación es la técnica de pintura al óleo, lo que permite un mayor colorido, sutileza y detallismo.
La mayor parte de las obras son encargos privados para la aristocracia o la burguesía.
Predominan los cuadros religiosos aunque, a menudo, se interpretan como sucesos cotidianos; de hecho, es común que quien encarga la obra, es decir, el "donante", aparezca en la escena como un personaje más; a partir de la presencia del donante se desarrolla un nuevo género: el retrato.
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